El horizonte me llama y me lanzo al camino,
sintiendo la brisa y la canción entrañable
de los árboles, que me llega como un suspiro,
que cae en hojas de amor y olvido,
cubriendo el paisaje...
Hay manos, que mueven las ramas y labios,
que sueltan besos de magia y misterio,
mientras la luz nos mira con sus pupilas
encendidas de esperanza a través
de la niebla del tiempo...
El horizonte me lleva al monasterio, donde
las flores custodian la paz de las ventanas,
que sueñan y anhelan ecos eternos
y las puertas, generosas, abren
el jardín del alma...
Mientras, una cámara graba el instante,
que escapa, se eleva y aleteando, ensaya
el vuelo hacia lejanos paisajes. La sincronía
une dos mundos, que se funden en los
últimos latidos de la tarde...
El horizonte me llama y me lleva hacia
la cumbre, donde el silencio es un grito
de luz, que extiende la dicha del cielo
en el aire y prende la llama, que
viste las pupilas de azul...
Y el horizonte se convierte en camino
y monasterio, donde habita el latido divino,
que nos alienta y nos impulsa a descubrir
el misterio, que guarda el sentido
de la vida y el destino...
Mi gratitud por las imágenes al blog:
Madrid 28-octubre-2014
M. Jesús Muñoz