Julio abre sus ojos cálidos
para buscarse en los espejos.
Pasa deprisa y se nos queda
en la playa, en las calles
y en los charcos del tiempo.
Chapotea y se ríe descalzo,
se siente niño, joven y viejo,
nos salpica frescos retazos
de lejanos e inocentes soles
y espejismos olvidados.
Mira de frente y se columpia
en el lago secreto de tu vida.
El espejo, la hora y el recuerdo
se funden en un mismo instante
eternizando el dolor y la dicha.
Julio nos va pintando reflejos
en blancas esquinas y rincones.
Son ecos, gritos, suspiros
y palabras que se escapan
y se prenden en los balcones.
Hierve a golpe de sol y tormenta,
mientras la piel nos pellizca
y nos zarandea el alma.
Julio nos deja un abrazo de vida,
reflejo de luz, que nos desborda
la infinitud de la entraña.