jueves, 27 de junio de 2019

LA INFINITUD DE LA HUMILDAD...


Vuela espontánea y fresca, salta de la montaña al valle,
de piedra en piedra, creando corriente
de agua y río, que sueña y habla.
Y en su camino repite el eco:
“Sólo sé que
no sé nada…”

Comienza la historia en la pupila de tus ojos.
Dos instantes, el nacer  y el morir,
entre ellos el tiempo, hacedor de la memoria.
¿Y la memoria son los instantes vividos o el vivido sentir?
Ahí el dilema y la duda,  que nos detiene,
nos prueba y nos abre la infinitud de la humildad,
revoloteando serena en ti…

Es el ave del sentimiento, que anida en tu mente,
alas conciliadoras y trinos escalan, pacientes, lluvias y vientos,
que llegan al centro de la encrucijada, donde perdiste 
la intuición y el sentido,
para rescatar la sabiduría del tiempo
y desarmar al olvido.
Ese olvido que se esconde en las esquinas del pasado
o en las piedras opacas y mudas del camino…

Allí duerme el sueño primigenio,
acunado por la inocencia,
las manos y los ojos del amor,
que despierta en el grito del silencio.
Es la luz del alba, que desgarra la oscuridad,
mueve la vida y toca la memoria
para que todo empiece cada día…

Y la humildad extiende en perspectiva
las alas del sentimiento,
vislumbra la lucha, el error y la caída.
Que nos lleva a sentir el límite humano
y el principio de la infinitud
en el temple y profundidad
del dolor y la herida.
El aprendizaje es bandada, que planea
desentrañando la huella, la hondonada
y el puzle del tiempo, que toma forma
y sentido en el cuadro que pende
del salón de nuestra vida.

Muere la historia en la pupila de tus ojos
para nacer de nuevo en la voz del filósofo, con matices serenos
de humilde sabiduría o de inspiradora poesía…
Lo cierto es que yo:
“Sólo sé que
 no sé nada...”

Imagen de Google
Madrid 26-junio-2019
M.Jesús Muñoz