sábado, 21 de septiembre de 2019

LA RAYUELA EN EL TIEMPO...


Rayas de tiza en la acera
y dos trenzas en el pelo,
el sol en medio del cielo
y tus pies en la rayuela
¡Juega niña, niña juega!
                                                                               (Niña, de M. J. Muñoz)

Desde la ventana mis  ojos tocan la calle.
Aquellas pupilas aún saltan
a la rayuela en el tiempo.
Dan pasos de gigante,
saltan de Madrid a Alemania
como águila peregrina
en el viento.

Tocan el horizonte, el parque, la calle 
y la casa, donde habita el pájaro
que voló del nido.
Me recreo en ese largo instante
y agradezco profundamente a la vida
que el contacto siga vivo.

Pero, la rayuela me impulsa
a seguir saltando en el tiempo
a otras tierras y otro nido:
Veinte mil kilómetros de distancia,
que me dejan exhausta y herida,
¡Ay mi mente, retando al olvido!

Australia es el fin del mundo,
allí encuentro otro pájaro aventurero
batallando con su destino.
Cuesta arriba se me hace la rayuela,
empeñada en alargar mi infancia
y la fortaleza del latido.

Dichoso el día en que aprendí a saltar,
ahora es mi corazón el que rueda
por la geometría de la vida.
Recuerdo esa piedra de León Felipe,
que rodaba y rodaba,
alternando la tristeza y la dicha.
Podría invocar a mi estrella,
si es que es consciente
de este rodar y rodar, vencida.

Aquella niña y su inocencia, aún recorren
el camino que era huerta y río
hasta llegar a la escuela.
Hoy salto del presente al pasado,
retomando la fuerza y el ánimo,
sin dejar de jugar a la rayuela.
Y miro en perspectiva este futuro,
reto a la memoria y al olvido,
camino de esperanza y huella.

El horizonte espera con sus alas abiertas,
que siga creando y recreando la vida
en clamorosa bandada de letras.
Con la fe y la constancia de la niña,
que sigue soñando y jugando
a su entrañable rayuela.


Imagen de Google.
Madrid 21-septiembre-2019
M. Jesús Muñoz