Trazas, en la quietud, tu paz a mano alzada
y recompones el cuadro de mi equilibrio,
que balancea en la pared del sentimiento.
Intuyo el eco de tu voz y tu sentir,
vocalizando, latiendo
detrás del tiempo.
Le pinto a la soledad razón y sentido
y alargo tu infinitud en el silencio.
Fluye tu río en los vértices de la noche,
se va llevando mis sueños perdidos,
mientras se escucha un canto de voces blancas,
que acompañan su curso
detrás del tiempo.
Ahora, en este instante, detengo mi vida.
Soy la sombra triste, que espera en la esquina.
En mi pupila, quieta, se esconde el alba
anhelando amanecer en grito de luz,
que prenda tu latido
en la voz y la palabra.
En mitad de la calle se levanta el miedo
retando a la fortaleza de mi atalaya,
que se apoya en los cimientos del espíritu,
acunados por tu aliento,
detrás del tiempo.
Pero, el tiempo es el mismo, yo soy el pasado,
que a cada instante se hace presente y futuro.
Oteo el recuerdo, el miedo y la esperanza,
que pintan camino y latido en la piel y el alma.
Y en este espejismo, de pronto soy y no soy.
Instante y eternidad
en reto y lucha.
Tierra y cielo se atraen, se ignoran y se besan,
superando perspectivas y límites.
Ahí estoy, hilvanando el dolor y el placer
con tu inefable lógica de inspiración.
Paciencia y humildad unidas,
detrás del tiempo.
En la quietud, tu paz me impulsa al movimiento,
extiende el horizonte de mi soledad
hacia otras soledades infinitas.
Mil pensamientos llegan, en sincronía,
dialogando con mis propios pensamientos,
que vuelan abriendo estelas y caminos.
La vida me describe nuevas perspectivas,
otros paisajes y otras voces toman vida.
La noche es universo y me invita a soñar.
Un entrañable canto de voces blancas
fluye, late en mis venas, me va trayendo
a la memoria versos, sueños olvidados,
que me recuerdan tu voz y tu presencia
vocalizando, amando
detrás del tiempo.
Imagen de Google.
Madrid 30-octubre-2019
M. Jesús Muñoz